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Facundo Cabral, Singer of Conscience, Dies at 74
By LARRY ROHTER
Facundo Cabral, an Argentine singer-songwriter who was one of the most eloquent voices of protest against military dictatorships in Latin America from the 1970s onward, died on Saturday, shot to death while on tour in Guatemala. He was 74 and lived in Buenos Aires.
Mr. Cabral was killed when the car in which he was a passenger, on its way to the airport in Guatemala City, was ambushed by unidentified gunmen in three vehicles. His road manager, Davíd Llanos, and a concert promoter and nightclub owner from Nicaragua, Henry Fariña Fonseca, were seriously wounded in the attack.
The death of Mr. Cabral, who in 1996 was designated a “worldwide messenger of peace” by the United Nations, caused consternation throughout the Spanish-speaking world. President Hugo Chávez of Venezuela sent a message via Twitter: “Oh what pain! They have killed the great troubadour of the Pampas.” René Pérez, leader of the Puerto Rican hip-hop group Calle 13, wrote, “Latin America is in mourning,” and other leading pop-music figures, among them Ricky Martin, Alejandro Sanz and Ricardo Montaner, also sent Twitter messages lamenting his loss.
Guatemalan government officials said that Mr. Fariña, the nightclub owner, was most likely the gunmen’s intended target. But Rigoberta Menchú, the Guatemalan Indian leader who won the Nobel Peace Prize in 1992, seemed to contradict this view when she said Saturday, “I can’t help but think he was assassinated for his ideals.”
Rodolfo Enrique Facundo Cabral was born on May 22, 1937, the eighth child of a poor family that soon thereafter emigrated from Buenos Aires province to Tierra del Fuego; it was in that remote region that he was first exposed to Argentine folk music. As a child Mr. Cabral was rebellious, running away from home several times and serving time in a juvenile reformatory: as the story was told years later, at age 9 he even sneaked into the presidential palace in Buenos Aires, where he met Eva Perón and persuaded her to find a job for his mother.
At 14, while in the reformatory, Mr. Cabral was taught to read and write by a Jesuit priest and acquired the love of words that would make him famous. In addition to recording more than two dozen albums, Mr. Cabral wrote numerous books, both novels and nonfiction, the best known of which is probably “Borges and I,” an account of his friendship and conversations with the writer Jorge Luis Borges.
After holding a series of menial jobs and learning to play guitar, Mr. Cabral began performing in 1959, under a stage name, El Indio Gasparino, suggesting that he was of Indian extraction, like his idol and inspiration Atahualpa Yupanqui. It was only in 1970 that he had his first major success under his own name, the spiritually infused song “No Soy de Aquí, ni Soy de Allá” (“I’m Not From Here, I’m Not From There”).
That hit, which has been recorded or performed in various languages by artists including Julio Iglesias and Neil Diamond, was followed by others, and by the mid-1970s Mr. Cabral was firmly established in the top echelon of folk-inspired singer-songwriters in Latin America.
Many of Mr. Cabral’s songs mixed expressions of mystical spirituality with a desire for social justice, which gave him a reputation as a protest singer. That proved dangerous after the Argentine military seized power in a coup in March 1976, and he fled to Mexico, where he remained in exile until after the collapse of the Argentine dictatorship in 1982. On his return, in 1984, Mr. Cabral was more popular than ever.
His sold-out concerts were an unusual mixture of music and the spoken word, with songs preceded by long introductions in which he would muse on philosophy and religion and often quote from his favorite poets, including Borges and Walt Whitman, and spiritual masters like Gandhi and Mother Teresa.
It was not immediately clear if any immediate family members survived. Mr. Cabral’s wife and infant daughter died in an airplane crash in 1978, which he regarded as just one of many painful episodes in a life full of hardships: “I was without a voice until I was 9, illiterate until I was 14, became a widower at 40 and only met my father when I was 46,” he often said in interviews.
Still, Mr. Cabral’s work was suffused with optimistic aphorisms that have become common figures of speech. “Never allow yourself to be confused by a handful of killers, because good predominates,” he once said, adding, “A bomb makes more noise than a caress, but for each bomb that destroys, there are millions of caresses that nourish life.”
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El trovador de sus aventuras
Nació en la pobreza más baja y ganó una fama muy peculiar y duradera con sus canciones de un estilo autobiográfico.
Por Karina Micheletto
Trovador, juglar, poeta, admirado cantautor. Trotamundos, aventurero de guitarra al hombro. Suerte de gurú espiritual de la música, “maestro”, según le decían sus miles de admiradores. Entre las muchas definiciones que podían caberle a Facundo Cabral, la más precisa fue quizá la que él mismo se dio: “Un narrador de historias, viajes, sueños, pesadillas”. Cabral perteneció a una raza de artistas de las que no abundaron: aquellos cuyo arte estaba en directa relación con la experiencia vivida y acumulada, o más precisamente, se nutría de ésta. Las circunstancias de su muerte muestran la vigencia que mantenía el cantautor en toda Latinoamérica. Será recordado por temas que fueron himnos unas décadas atrás, canciones con la capacidad de transmitir un mensaje humano amplio y abarcativo, contendor de las diferencias: “No soy de aquí, ni soy de allá, y ser feliz es mi color de identidad”. “Pobrecito mi patrón, piensa que el pobre soy yo”. “Vuele bajo, porque abajo, está la verdad”.
En los ’80, Cabral alcanzó el lugar de figura mítica del espectáculo y también de la cultura, que en su caso ambos mundos le cabían. Cumplía con las condiciones simbólicas que impone ese lugar mítico. Un origen muy humilde, una infancia de exclusión, una marca de vida sufriente. Una carrera que lo llevó a alcanzar reconocimiento internacional. Y un don diferencial: el de componer y cantar canciones a partir de sus reflexiones y también para narrar historias que lo tenían como protagonista. Era un hombre que se había hecho a sí mismo, que de la nada había llegado al reconocimiento de muchos. Y que, como otras figuras míticas de distintos momentos de la cultura argentina –Yupanqui podría ser un ejemplo– tuvo a su propio cargo el relato de esa construcción.
Sus shows eran como extensas entrevistas que él mismo se formulaba, entre canción y canción. Un hombre solo con su guitarra, una silla y un micrófono. Ya no hay muchos, tampoco, que puedan sostener una función con estos únicos elementos. En los últimos conciertos que dio en Buenos Aires, en abril en el teatro ND/Ateneo, le pidió a su amigo el periodista especializado en música popular Marcelo Simón que lo relevara en el rol de entrevistador. “Facundo Cabral comparte el escenario con un amigo dilecto”, anunciaba el show Canciones conversadas. Quienes lo vieron (fue a sala llena) siguieron sus aventuras de vida con entusiasmo, en el clima íntimo que siempre sabía crear.
Cabral había nacido el 22 de mayo de 1937 en La Plata y contaba que este nacimiento se había producido, literalmente, en la calle. El relato que hacía de su infancia variaba en los detalles, pero mostraba que todo le había sido dado para que su vida fuera otra cosa. Su padre lo abandonó antes de nacer, junto a su madre y siete hermanos. La familia emigró a Tierra del Fuego, donde vivió sus primeros años. Fue un chico de la calle, analfabeto y alcohólico, pasó por reformatorios y cárceles. Contaba que a los nueve años escapó de su casa para llegar a Buenos Aires. Quería conocer al presidente, porque sabía que “les daba trabajo a los pobres”.
Los detalles de aquella travesía que duró cuatro meses son un relato épico que llegó a las puertas de la Casa Rosada, a burlar el cerco de seguridad presidencial, a una charla con Juan Domingo Perón y Eva Duarte. Finalmente había logrado que su madre obtuviera empleo y que el resto de la familia se trasladara a Tandil. “Evita me brindó su afecto y se preocupó para que tuviéramos una casa con mi madre y hermanos en Tandil. Allí comenzó la buena para los Cabral”, contaba.
Hubo otra figura importante en su relato de vida, y fue la de un sacerdote jesuita que conoció estando preso, cuando era un adolescente. El cura le enseñó a leer y escribir, lo impulsó a estudiar, a amar la literatura. Estaba también aquel vagabundo que siempre mencionaba: “El 24 de febrero de 1954, un vagabundo me recitó el sermón de la montaña y descubrí que estaba naciendo. Corrí a escribir una canción de cuna, ‘Vuele bajo’, y empezó todo”. La idea de Dios era recurrente en su obra, aunque él se declaraba librepensador, sin adscripción a ninguna iglesia en particular.
Su figura estaba también hecha en base a las amistades que había cultivado, tan amplias como para abarcar a la Madre Teresa de Calcuta y Fidel Castro, Jorge Luis Borges y Pablo Neruda, entre otros notables a los que siempre se refería en sus espectáculos. A lo largo de su carrera editó decenas de discos con títulos como Cabralgando, Pateando tachos, Entre Dios y el diablo, El mundo estaba bastante tranquilo cuando yo nací, Recuerdos de oro, además de los que resultaron de sus multitudinarias presentaciones de Lo Cortez no quita lo Cabral y Ferrocabral. También escribió los libros Conversaciones con Facundo Cabral, Mi abuela y yo, Salmos, Borges y yo, Ayer soñé que podía y hoy puedo, el Cuaderno de Facundo, entre otros.
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